A veces cuando anochece
y el tráfico desfallece
los ojos echan de menos
la luz que les pertenece.
Lo mismo puede aplicarse
a la nostalgia de años fugaces
cuando dábamos por sentada
una vida joven y fácil
que añoramos.
Pero no escarmentamos.
Caminamos
absortos a pasos nimios;
terminarlo todo al instante.
No apreciamos lo que hoy tenemos
sino lo que ayer despreciamos.
Mientras tanto, la noche sigue esperando
que en tiempo real vislumbremos
la luz que envalentonó a los héroes
a la cual pertenecemos.
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