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viernes, septiembre 16, 2016

Asuntos de septiembre

como un ñu a punto de cruzar el río Mara

Quizá no pase el tren, después de todo. Hay una lenta rutina de hojas descendiendo sobre este apeadero. Los árboles aspiran la mañana —la batalla solar— y, sin embargo, la noche no parece dispuesta a renunciar a su granítica torpeza, a su coagulación de legaña, a su blanda parsimonia de gemidos. Un viento a ras de suelo desempolva con tedio los raíles.

Asuntos de septiembre: las nubes se acumulan espaciosas por el norte, como alas de ángeles gigantes mal lavadas, esperan renovarse en aguacero; parecen dirimir si todo cambia, si nada permanece. Pero ya se despereza la luz desde levante, apremia su labor de consumar la realidad, definir el perfil de lo existente. 

Un hombre espera en la otra orilla del andén, un extranjero. Quizá piense en mí, en lo que yo pienso de él. Su aspecto es laboral, conservativo: una entrevista de trabajo en Madrid, otros negocios... Después del compromiso podrá comerse algún menú de barrio, un bocadillo. Tal vez incluso le espere alguna cita interesante a media tarde, cuando el picor se acumula en las aceras, en los cuerpos.

Pero esto no le importa, no lo piensa: antes de que septiembre esté en septiembre, alternará entre agosto —brisa marinera de las olas— y un invierno de frías palideces. Su depresión nerviosa se verá afectada por estos vaivenes atmosféricos. Pero dirá: la Sociedad, la Política, Teresa, el tren que nunca pasa… Buscará una razón a su despiste que no tenga que ver con caducas o perennes.

Lo mismo para mí: esta desidia, este aliento de abismo en las amígdalas, este aletear de migraciones, como un ñu a punto de cruzar el río Mara. Este amor de eunuco, esta batalla.

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