¿Qué me salva? |
A veces aún viene a enajenarte
la ambición de placer del heliogábalo, el recuerdo
abrasado –eras su único guardián–
del cráter fabuloso en rencor y anomalía.
Ahora ya sabes abrir para templarlo.
Es
la intensa claridad de ser muy otro,
la irónica distancia a los cañones,
un bálsamo de años como olas
lo que salva.
Pero tú –erizado bulbo de memoria, frágil
sueño, barro ingrato– deberás digerir lo que te salva
y tragar la grasienta condena que lo abraza.