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lunes, octubre 24, 2011

Antropología en el metro


Observa neutralmente un ser humano
absorto en su minucia,
un joven ejemplar desconocido
de sexo diferente
que no pueda celar de tu escrutinio.

Intenta la abstracción, deconstruirlo,
no es más que piel y huesos, lo justo para un nicho.
Olvídate a ti mismo,
tu propia humanidad y tu cansancio
y asiste con pureza
al mayor espectáculo del mundo.

Observa la belleza de sus miembros;
tan delicadamente los músculos regulan
la grácil erección de la columna.
Sus ojos como lagos son perfectos,
registran distraídos volúmenes y espacios,
los símbolos y signos,
el vértigo voraz en estaciones.

Sus huellas acarician las texturas,
la barra de metal, el cuero del ropaje,
le aportan dimensión frente al entorno
-hay mito sexual, mas debes resistirlo.
Arriba su cerebro hecho de sueños
le guarda frente al miedo,
calibra la distancia de la muerte.

Las puertas se han abierto.
La última función del arte griego
se impulsa hacia la nada, hacia un torrente humano
concreto y societario, ahogado en intereses.
Y tú vuelves a ti, al rito personal…
Y no verás ya más a ese primate.

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