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lunes, abril 17, 2023

Rumiación

 





Caía la gran noche sobre mí, yema viscosa, 
y la rumiación se expandía por mis venas 
como un vapor de establo, como el polvo
ciega un lago en relación con la sequía.

Una danza obsesiva de litigios y recuerdos
proyectaba ojos bovinos en las brasas
eléctricas de luz de las persianas; fuera
la ciudad rumiaba estíos impertérrita.

Inmunes a la química ansiolítica, las sábanas
ardían de piedad, luego de odio
y luego de nostalgia imaginaria. Yo era débil,
y la vida percutía extrañamente su tenaza.

En el estrépito auroral del camión de la basura,
una brisa mecía su código de lino en las cortinas
y besaba el sudor de mi pecho débilmente
y morían de sed y cansancio las palabras.

Entonces lo veía. Debajo del balcón, como un espectro,
aquel perro gris y grande, y viejo,
absorto en su calmosa inanición,
mirándome a los ojos,
rumiando su pedazo de belleza. 

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