Paseo de los tilos en Segovia |
He aquí la verdad: hacer las máscaras
Jaime Sabines
De manera oblicua nace el verso. Nada
parece convocarlo en esta esquina de la tarde. Sólo
un airear de mirlos acaricia la cruz del campanario
bañado en sol menguante, entre la calma.
En el horizonte final sueña la sierra.
Yo creo que es una ráfaga sistólica que atiende, aleatoria,
la presencia de algún hilo de belleza, y humedece
con sangre una cámara mustia del cerebro. Un mecanismo
de ley de conservación prueba caminos:
Te falta paz, tesoro…
Vivirías mejor en la luz cálida que vemos…
Activando la cámara de fábulas…
Tal vez su dulce producto de palabras te convenza…
¿Y qué pueden registrar las palabras seductoras?
Joder, ¿que no tenía monedas sueltas para el parking?
No. Las mandorlas vacías no hacen templo. Mejor la máscara:
un álamo vertical escoltaba mi descenso,
las luces urbanas intimaban sobre el barrio recogido,
una pareja madura consumía silenciosa su paseo.
Y era tan verdad aquella máscara creada
como el mundo, la mandorla.
parece convocarlo en esta esquina de la tarde. Sólo
un airear de mirlos acaricia la cruz del campanario
bañado en sol menguante, entre la calma.
En el horizonte final sueña la sierra.
Yo creo que es una ráfaga sistólica que atiende, aleatoria,
la presencia de algún hilo de belleza, y humedece
con sangre una cámara mustia del cerebro. Un mecanismo
de ley de conservación prueba caminos:
Te falta paz, tesoro…
Vivirías mejor en la luz cálida que vemos…
Activando la cámara de fábulas…
Tal vez su dulce producto de palabras te convenza…
¿Y qué pueden registrar las palabras seductoras?
Joder, ¿que no tenía monedas sueltas para el parking?
No. Las mandorlas vacías no hacen templo. Mejor la máscara:
un álamo vertical escoltaba mi descenso,
las luces urbanas intimaban sobre el barrio recogido,
una pareja madura consumía silenciosa su paseo.
Y era tan verdad aquella máscara creada
como el mundo, la mandorla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario