Pecado original, el patriarcado… —decías seria,
serena y orgullosa de tu lógica,
posando tu sociología maquinal en otros viandantes,
como un profeta cósmico, creando su evidencia.
Juntos ascendimos la Gran Vía, yo callaba
y asentía gravemente tus palabras, las que fueran,
suspenso en tu mirada reflectante, que seguía
aleatoria los colores de la calle,
las guirnaldas y christmas que rozaban
la brisa polifónica, el fin aglomerado de la tarde.
Lo nuestro no funciona…— dijiste seria
las últimas sentencias pétreamente,
como esas estatuas de metal que pueblan los tejados
a la espera de un mundo que no llega,
varadas en su sed de perfección,
en la seca rigidez de sus cinturas.
Ya libre de palabras, volví a mí delante de Cibeles.
Llamaban a la vida las banderas.
2 comentarios:
Hermoso,tan triste y lúcido, tan lleno de todo lo que conmueve el alma. Con mi admiración, amigo Pablo.
Salud.
Gracias Julio.
Un abrazo.
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