Amy Winehouse |
Una estrella brillante en la alborada
con un pecio de luna en cada mano
y en el alma una inmensa cuchillada.
Josefa A. Sánchez.
Aquel niño era yo
-siempre rodar con las piedras-;
herido, como caballo de guerra,
como virgen tocada en el mercado.
Aquel refugio tú,
nervio de luz entre mi pena
-la tarde a pleno dios, la calle caudalosa de belleza-,
atento del besar su rama el aire.
Aquella verdad doliente:
la luz moría siempre, niño serio
-llorándose de la noche, huyéndose por sus rejas...
Quedaba el olor adulto, el vasto temblar del tiempo.
Adulto -niño podrido-,
conservo en amor mi nervio,
el mismo nervio amado que aquí muestro.