Roger liberando a Angélica. J. Auguste Dominique Ingres 1819 |
A Óscar Distéfano, que dio vida nueva a este poema
Dispones de un préstamo de horas
para que un cuerpo externo te defina,
se adueñe de tu mano y te conduzca
al límite de ti,
al borde de la piel, para que saltes.
Digamos seiscientas treinta mil
doscientas quince horas, por ejemplo;
un crédito de vida innegociable
penado a consumirse en la trastienda
del mecánico amor que perpetramos
— la inercia que nos une y nos divide.
Es claro que no quieres ser mi perla
y dudas cuando puedes ser mi espina;
si no puedo ser yo quien te defina,
ve
y serás lo que de ti guarde la noche.
2 comentarios:
Impresionante, amigo Pablo. Tu poesía crece y crece y posee los ambientes, el aire que se respira, todo. La pulcritud técnica dice mucho a favor de tu arte. La poesía no te controla a ti, eres tú del dueño de la poesía.
Con un abrazo.
Salud.
Gracias Julio,
Siempre tan generoso con mis asuntos. Un honor tenerte aquí tan a menudo.
Un fuerte abrazo.
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