
La vida es sueño. Vive aquel que sueña.
Soñé yo entera aquella primavera.
La encina junto al río era frontera
de un cielo incorruptible y tú mi dueña.
Soñé flotar liviana cabellera
en brisa de la margen ribereña.
Soñé besar tu carne marfileña
y el río detenía su carrera.
Dormí cerca del mar todo el verano
rodeado de moscas y de hastío;
el viento de levante daba a engaño.
Desperté triste y gris como el varano,
entre hojas, sin un mar y sin un río;
sin tí... Lloré por mí y me sentí extraño.
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