A veces vienen tardes sin sentido;
inundan el cristal de la ventana
y muestran una impúdica galvana
o un dèjá vu de muerte desvaído.
Me como yo esas tardes, distraído;
las muerdo y paladeo con desgana
su regüeldo de herrumbre o su africana
desidia de reptil adormecido.
O tal vez es la tarde quien devora
la vida, los minutos, las neuronas,
la madre que parió la lavadora.
A veces vienen tardes comilonas;
meriendan esperanza soñadora
y dejan el mantel con lamparonas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario