La isla de Thule (como Tile) en la Carta Marina de Magnus |
Si
a la urbana mansión no te acomodas
y
aspiras de los mares al gobierno
Tetis
para su yerno
te
compra al precio de sus ondas todas,
y
tu Numen de Nauta venerado
hasta
la última Thule es proclamado.
Virgilio. Geórgicas.
Fascinado por fábulas del Sur, erraste largo viaje.
Hollaste pueblos blancos y asiste verjas negras.
En un patio nocturno con fuente de alabastro
sedaba luna el agua y a lo lejos
gemía un cantaor, templaban palmas.
Supieron de tu fario tabernas portuarias y capillas.
Traficaste rencor, sustancias indolentes, cachivaches,
cuerpos de saldo que surcaban ateridos el estrecho.
En plazas vespertinas donde el aire mimaba los naranjos
lucía la guitarra, poetas del pueblo recitaban.
Toda la vida es sueño; ese sueño
bullía soberano y dulce en tu cabeza.
Aquel patio gitano, aquel sopor de cáñamo
falseaban contingentes a la urgencia de tu alma.
No daba luz su mar, ni su sol bruñía jarcias:
nunca existió ese Sur que tú soñabas.
Roló tu viento entonces hacia el Norte de la infancia.
Aquella tierra oscura, aquella Thule
reclamó los réditos del tiempo,
su derecho antiguo al gobierno de tus cosas.
Almirante ya en edad, perito en tempestades,
descansaste allí por fin de sueños y sirocos.
Más allá de amores turbios, traiciones deseadas, latitudes,
más allá de cualquier furia y cualquier cuerpo
intuías ya la sombra de los diques insalvables:
la difusa, bestial y necesaria última Thule.