La grande prostituta di Babilonia. Arazzo del Castello di Angers s.XIV |
Huellas de hombre se acumulan sobre ti. Tallos calientes
ansían tu receptáculo aceitado. Ejerces
la encarnación de un deseo profiláctico, el comercio
babilónico y furtivo de simiente, la paz laxa de Eva
y la jugosa fricción de la serpiente. Eres barata.
Sólo roza el silencio del páramo en la noche
el murmullo rutinario de clientes, una luz
titila macilenta en tus montículos: son tú
y son tu efímera herramienta, el campo de extorsión —sube a tu celda;
hay otros prisioneros como tú, que te penetran—.
La última descarga de la noche está en tu carne. Por fin sola,
el velo de la madrugada se despliega, ajeno a todo, por la estancia,
y revela los despojos de la máscara: los trozos de tu cuerpo
amoratados y sucios entre sábanas.
Una pena de viuda recental llena tu alma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario