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sábado, octubre 22, 2016

Rodrigo


Paracuellos, de Carlos Giménez


Pienso en ti, y pienso en los mecanismos del  fracaso. Muchacho
delicado te recuerdo
librando una estéril reyerta de colegio.

¿Qué es perder? Cuando el lacre vital manaba escandaloso de tu ceja
tu pírrico rival ya calculaba abrumado su galerna:
un cura de flema tenebrosa, exilio a casa,
un padre impune y monstruoso —de tal palo tal astilla—.

Eras nuevo y eras frágil, y fuiste digno como un niño.
Aquel capo de recreo y su distinguido corrillo de cobardes
esperábamos sumisión al silencio establecido, que evitaras
complicarte la vida después de un sarcasmo fornicante
sobre tu madre —pobres madres—;
que mirases huidizo hacia otra parte, como adulto…

Pero tú volvías y volvías a por puños,
cojonero, replicante; a sabiendas de la herida
física —incluso, si fuera necesaria, de la muerte—,
a sabiendas de la debilidad de todo caudillaje ante el valiente.

Tu instinto era lúcido y entero, pero solo con tiempo pude verlo.

Estoy cansado.  A veces pienso que es tarde para todo:
desertar de aquel corrillo infame, ponerme de tu lado... Debería,
aquella vez en el trabajo que aquel jefe…
o aquella otra vez que… y nunca hice nada, dije nada.

Hoy recuerdo, Rodrigo, pienso en ti
y pienso en los mecanismos del  fracaso.

2 comentarios:

Julio dijo...


Creía haberte comentado algo sobre este estupendo poema. Veo que no. Pues eso, que lo he releido y no podía dejar pasar el decirte que sigue pareciéndome dolorosamente bello.
Salud.

Pablo Ibáñez dijo...

Julio,

¿Qué haría yo sin tus generosos comentarios? Bienvenido siempre, esta es tu casa.

Un gran abrazo.

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