Hay días que no duerme la ciudad.
De noche, su fragor sigue latente;
las calles añorando ruido y gente
azules en eléctrica humedad.
Sirenas con el don de ubicuidad
ululan porque sigue algo pendiente.
Mis pasos, ajustándose al relente,
rebotan en la blanda inmensidad.
Husmea esas veladas un doliente
deseo acorralado, la ciudad
caerá si hay armisticio en la libido.
Solo entonces amor cobra sentido:
cuando cae sobre mi alma la piedad
en la noche de un día enfebrecido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario