Narciso. Caravaggio |
Debajo de las ruinas de niñez, en ese tiempo
aterido de sueños imposibles
—mientras una proyección de hielo madre
reflejaba ambivalencia en tus ojos incesantes
y elegías adicciones o el vacío—,
enterraste en secreto tu tesoro,
así la luz de vida no pudiera clarearlo.
Fraguar aquel reflejo en una farsa
fue trampa y salvación. La sed de otros
—cada cual con su belleza y servidumbre,
sus frágiles deseos y dones envidiables—,
arañaba tu esquiva identidad, y decidiste
tu holocausto en el altar de la soberbia:
mentir y enmarañar, después la ceremonia
de odiar y someter, y luego un nuevo ciclo…
El sudor de la edad pudrió la máscara
al punto del hedor infranqueable. Los ojos de los otros
inquirieron la terca verdad a través de las costuras.
Y regresaste a las ruinas ceñudo y confiado,
sabiendo que el tesoro te aguardaba
brillante y perfumado como entonces,
deseante de tus manos como un arma.
Y no encontraste oro. Apenas polvo
lamido por los años: tu mortaja.
2 comentarios:
la edad dorada de la infancia, el tiempo y la edad con su rostro severo, los desengaños... Nos traes siempre una lectura de la cara oculta de la luna y las sombras humanas. Una gran poesía siempre en tus versos, amigo Pablo. Un abrazo lleno de buenos deseos. Salud.
Julio
Julio, querido amigo.
Un honor verte por estos lares, una alegría tu comentario.
Te deseo felices fiestas y te mando un fuerte abrazo.
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