Era levada hacia la voz desde lo hondo
tras un moroso vértigo de error y probatura,
en una reluctancia de ancla fósil, en una
fundición de engranajes agonistas.
Era su tracto lóbrego y salvaje, palpitante como fósforo abrasado,
torcía su semántica un pasado de veces enfangadas,
legraba cualquier simple fonación el simple esfuerzo.
Era su tensa inanición realimentada
en un bucle cerrado de problemas
--volver a desunir, a desguazar la boca toda
era volver a derrotar hacia la sombra.
Era su eco último lo mismo que salir a una albufera:
quebrar el remo inhábil en la roca
y dejarse mecer por el agua y la luz en sus cabriolas.
Allí quedaba exhausta la palabra,
boqueando.