Las fuentes de todo |
No pude desovar.
Aquello era el mar y esto es un río
-recodos de deseo, orillas de cotillas compitiendo,
agrietado pulmón de nieve sometida.
Crecí contracorriente de la norma:
eficaz entre las piedras de los rápidos,
trabado en los remansos,
mordiendo mil anzuelos descarnados.
Y siempre las esclusas,
las adultas esclusas que guiaban
a las fuentes de todo, a la pureza -era mentira-
del fresco manadero en la montaña
donde brilla la esencia, la ráfaga suprema.
Perdido en un manglar de condiciones
cosí con hilo triste mis agallas
y me dejé llevar por la corriente,
la dulce y anónima corriente,
con otros peces chicos como yo
y obtuve algún destello al sol de mediodía
y el don de distinguir la luz del nylon.
Pero nunca conseguí volver al mar
-aquel rumor de playa en tarde eterna.
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