Ya sé que cae la noche y tienes prisa;
ya sé que alguien te espera, de ti necesitando
que asientas sus heridas
y pueda acurrucarse entre su llanto.
Ya sé que estás cansado.
Que añoras tu niñez de pulmón rosa
y pinos de verano;
que vuelves cada tarde del trabajo
rumiando hipocondría, tentándote los bultos
que trepan al cubil de tus manías
disueltos en tranxilium y tabaco.
Pero ahora estás aquí, y es poco lo que tengo que decirte.
Escucha, por favor; no frunzas los prejuicios,
no busques solución a la empatía
en otras referencias parecidas que guardes de los años.
¡Tan sólo son palabras! Qué importa quién las diga
ni cómo las pronuncie,
si sólo somos eso: palabras hechas carne
y carne hecha palabras.
Escucha lo que tengo que decirte:
que no quemen tu carne,
que luches por el jugo de tu carne.
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