Quisimos erigirnos precursores
de un Egeo distinto, hecho de hombres
valientes, diferentes, dignos nombres
en piedra eternizados con honores.
Pero pueblan los frisos vencedores;
la espléndida derrota se hace olvido
oscuro, desasido, su latido
fallece al fallecer los perdedores.
El cielo puro azul y el mar escrito
de miles de señales en estelas
abrazan nuestras almas hacia un grito:
¡Forcemos del destino las cancelas
y echemos a volar las blancas velas;
quizá la brisa lleve al infinito!
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