Tu cuerpo te abandona, apenas hilos
de vida entre tus huesos. La energía
que antaño te afamaba y distinguía
se desagüa lo mismo que los kilos.
Constante hasta el final en tus estilos,
rebates al doctor su teoría,
te aferras a esperanza y mano mía
como a clavo que arde en cinco filos.
Y lloras, te enrabietas, caes rendido
sobre el lecho, tu mano temblorosa
como un niño que sabe que no es fuerte.
Y salgo, me enrabieto, no hay sentido
para esta puta vida que te endosa
las flores congeladas de la muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario