Vendrá un fuego de muerte a recogerme,
un hálito de gas azul de hielo
que hurte mi extinta piel al basto suelo
y al orbe de una urna retenerme.
Eternamente en nada evanescerme
sin nada, como a nada tiende el vuelo
dorado del ocaso en rojo cielo,
y solo un sueño de hijo contenerme.
Las llagas a las llamas, las cenizas
al fuego una vez más, que se haga trizas
el hueco que mis ojos ocupaban.
Y no volver jamás, no ser ya nada,
ni alma en progresión ni carne alada;
tan solo sueño de hijo en noche calma.