
De ti, enfermedad,
no quedará ni rastro.
Te disolverás
como un iceberg en el trópico
lanzado a la deriva insondable de los días,
fluido fundido al fin
al peso infinito de los años.
Ni rastro.
Disfruta mientras puedas
del miedo intolerante,
de la abisal vergüenza,
de los volubles dolores,
ya que de ti, enfermedad,
no ha de quedar ni rastro:
ni tu nombre hecho de aristas.
Y de mí tampoco
quedará ni rastro
porque soy igual a ti
en Naturaleza.